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El Museo de América de Madrid es quizás uno de los más ricos y desconocidos de la capital de España. Si en vez de en nuestro país se localizara en Londres, París, Chicago o Nueva York, recibiría cientos de miles de visitantes al año, contaría con un horario adaptado a las escuelas y familias y un programa de interpretación con guías competentes. No es el caso: aquí no queremos tanto nuestra historia ni a nuestros museos, salvo los del aristocrático eje Prado-Recoletos, de aceras minúsculas y Baronesas encadenadas. Auténticas maravillas como este museo o el Naval languidecen en instalaciones más bien pequeñas y obsoletas y sometidas a horarios absurdos, sin la menor promoción institucional, burocratizados y poco dados a divulgar nuestra asombrosa y dramática historia colonial. Quiero invitaros a pasear hoy por las galerías del Museo de América para disfrutar sus magníficas colecciones, principalmente de origen americano, pero que incluyen piezas notables del periodo colonial español en el Pacífico, mucho menos conocido. En su momento de máxima expansión, el imperio abarcaba las Filipinas, Palaos, Guam, las Islas Marianas, las Islas Carolinas, las Islas Marshall y las islas Gilbert; todo se perdió tras la guerra hispano-norteamericana. Y es aquí, entre las colecciones de artesanía, esculturas cerámicas y embarcaciones de Filipinas o la isla de Guam, donde nos podemos topar con un material casi único en el mundo del arte plumario, que utiliza las plumas de aves como elemento estructural y de ornato, un arte que ya ha hecho su aparición anteriormente por este blog hablando del tocado de Moctezuma y su restauración. Son los tocados, cascos y capas ornamentales polinesias de plumas de drepánidos del archipiélago de las Hawaii, islas también (re-)descubiertas por españoles siglos antes que el capitán Cook.
Los drepánidos son una familia de pájaros endémica de este archipiélago, colonizadores de las islas a partir de un evento de invasión que implicó posiblemente a fringílidos, la familia con la cual se encuentran más emparentadas por canto, morfología, costumbres y distancia genética. En ausencia de competidores, evolucionaron radialmente y de forma rapidísima en 15 géneros y más de cuarenta especies, con formas que se correspondían básicamente a dos grandes morfotipos: granívoros de picos cortos y robustos, similares a sus ancestros, o nectarívoros e insectívoros, con picos largos, finos y decurvados, a menudo mostrando una sorprendente asimetría entre la mandíbula superior y la inferior, y singular y bellamente adaptados a la forma de las corolas de las flores de las cuales extraían el néctar. Los grabados de John Gerrard Keulemans, del maravilloso y raro The avifauna of Laysan del segundo barón Rothschild, Lionel Walter Rothschild, muestran la belleza de estas pequeñas aves.

'O'o de Hawaii, Moho nobilis, fuente de las plumas amarillas de los tocados ornamentales

‘O’o de Hawaii, Moho nobilis, fuente de las plumas amarillas de los tocados ornamentales. The avifauna of Laysan, L.W. Rothschild

Su evolución tras la llegada a las islas está íntimamente ligada a la del archipiélago hawaiano. Las Hawaii son islas volcánicas originadas por el desplazamiento de la placa tectónica pacífica sobre un hot spot de alta actividad sísmica y volcánica, que va originando, como en una cinta transportadora en dirección SE-NW, volcanes submarinos y eventualmente islas volcánicas. El archipiélago crece, o avanza, en dirección NW, de forma tal que las islas al SE son las más jóvenes –Hawaii- y los atolones e islas coralinas de las Aleutianas son las más maduras. A medida que envejecen, los volcanes se erosionan y subsiden, finalizando su agitada vida en forma de atolón. En dos de ellos, Laysán y Nihoa, sobreviven dos especies de drepánidos de “aspecto pinzón”. En Nihoa, una isla de apenas 63 hectáreas, el pinzón de Nihoa cuenta con la única población mundial, un par de miles de ejemplares, críticamente amenazadas y susceptibles de una rápida extinción por la introducción de una especie o un evento catastrófico como un huracán.
Los drepánidos son además uno de los taxones aviares que han sufrido más extinciones mediadas por el hombre. Más del 50% de las especies originalmente presentes en el archipiélago antes de la colonización Polinesia han desaparecido, y la lista se sigue ampliando. De incierta clasificación taxonómica, se han considerado alternativamente familia –drepanididae-, o una subfamilia de los fringílidos –drepanidinae. De hecho una de las tribus que incluye, los Psittirostrini, se consideran los fringílidos hawaianos: eran un grupo de pájaros con picos como de picogordo y de canto similar a los carduélidos o jilgueros. Presentes originalmente en todas las islas, en todo el rango altitudinal y en abundancia, de este grupo únicamente sobrevive, y en peligro de extinción, el palila Loxioides bailleui. Tristemente, hasta un género completo con cuatro especies se considera extinto, los pinzones Koa del género Rhodacanthis. Las otras dos tribus son los Hemignathini -los agateadores hawaianos como el nukupuʻu (Hemignathus lucidus), probablemente extinto, o los maravillosos y tristemente desaparecidos akialoas (Akialoa sp.)- y la subfamilia de nectarívoros Drepanidini, con el ‘I’wi Drepanis coccinea como especie más abundante y conocida.

AkialoaAkialoa The avifauna of Laysan, L.W. Rothschild
¿Cuáles han sido las causas de esta hecatombe? La extinción, y más aún en regiones insulares –las más sensibles-, es habitualmente producto de un combinado de factores que actúan dramáticamente en sinergia. Los drepánidos ilustran perfectamente este fenómeno. La guerra cuenta con dos fases bien diferenciadas: la primera se inicia con la llegada de los navegantes polinesios al archipiélago en una fecha próxima al siglo IV a.C. desde las islas Marquesas, sus prácticas agrícolas y rituales y su séquito de especies acompañantes: cerdos, cabras, ratas del pacífico Rattus exulans, entre otras; la segunda la inaugura Cook en 1779, y ha sido más drástica. Aunque la caza y recolección de plumas y las especies introducidas supusieron un primer golpe inducido por los pobladores polinesios, buena parte de las especies de drepánidos sobrevivieron con poblaciones bien repartidas y sanas.

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‘I’wi, Drepanis coccinea

La colonización caucásica a partir del siglo XVIII supone la modificación drástica del hábitat, la perdida de los bosques de zonas bajas, la introducción de miles de especies de plantas y animales, muchas de ellas invasoras y finalmente la guerra bacteriológica, mediante el transporte de vectores de enfermedades víricas aviares mortales para especies que habían vivido en aislamiento. Los mosquitos del género Culex han diezmado y extinguido a la práctica totalidad de los drepánidos supervivientes de zonas bajas a partir de finales del siglo XIX, actuando como vectores del virus de la malaria aviar y el virus de la viruela aviar. A partir de 1500 m. de altura los mosquitos prácticamente desaparecen, y esto ha salvado momentáneamente a la familia, que sobrevive con sus escasos últimos taxones en altura, en zonas a menudo diminutas y con poblaciones casi virtuales, algunas de las cuales se están extinguiendo a la vez que redacto esta nota apresurada. Sus cantos de canario y su comportamiento de agateador se han desvanecido hace tiempo; las refulgentes plumas amarillas del Mamo, las verdes del Akiolea y las rojas del Kakawahie, únicamente subsisten formando parte de apolillados ornamentos en museos, recordando que la velocidad y alcance de la extinción suele ser infinitamente mayor que la formación de nuevas especies. El cambio climático puede suponer en los próximos años el coup de grace para esta singular familia de aves: ya se ha constatado la expansión altitudinal a lo largo del pasado siglo de los Culex sp., y la morbilidad tremenda, de hasta el 100%, de los drepánidos infectados.
¿Para qué recolectaban plumas los nativos hawaianos? Las capas nobiliarias son quizás las piezas de vestimenta ritual ornadas más hermosas y preciadas en la Polinesia, y para ellas se reservaron las plumas de los drepánidos residentes. En Polinesia el plumaje de las aves tiene valor religioso y social y es indicativo del estatus y riqueza de su portador. En la sociedad hawaiana los jefes, considerados descendientes de los dioses, llevaban estas capas en ceremonias y en batallas, en la creencia de que ofrecían una protección física y espiritual durante un enfrentamiento. Elaboradas a partir de un numero ingente de plumas imbricadas en una urdimbre de corteza de Olona, durante los periodos de abundancia las capas podían contener hasta 500.000 plumas individuales o más. Durante el reinado de Kamehameha a finales del siglo XVIII, su ropa contenía más de 800.000 plumas, la mayor parte procedentes del Mamo. Cabe imaginar el impacto de esta práctica sobre las poblaciones, aunque parece ser que las aves se liberaban tras tomar las plumas amarillas en época de muda. Estas se cosechaban del Mamo y del ‘O’ho; las rojas principalmente del I’wi’ y del Apapane Himatione sanguinea. Estos son los colores dominantes. Dos de estas magníficas capas del siglo XVIII y varios tocados se exhiben en el Museo de América de Madrid, mostrando en sus calvas y plumas perdidas las malas condiciones de conservación que han padecido.

Capas ornamentales y casco hawaiano. Siglo XVIII, Museo de América, Madrid

Capa Museo de América siglo XVIII

Capas ornamentales y casco hawaiano. Siglo XVIII, Museo de América, Madrid
El museo de Arte de Honolulu exhibe una capa ritual nativa atípica: sus plumas no son rojas o amarillas, sino que muestran colores grises y pardos. Por lo demás, la técnica de urdimbre es muy similar a la tradicional pero su espectacularidad desmerece la de las antiguas capas coloreadas. Se diferencia además de en las plumas en la edad: esta capa es de principios del siglo XX, justo cuando Mamo y Oho se extinguen –y por tanto sus plumas amarillas- y cuando buena parte de las especies de plumas rojas desaparecen también. El origen de las plumas de esta capa bizarra nos da la clave del enigma: son plumas de faisán. Los faisanes actualmente presentes en Hawaii son especies introducidas por los pobladores americanos, ansiosos por contar con sus especies de caza del continente también en el remoto archipiélago del Pacífico. Los nativos hawaianos, privados de su paleta sagrada de colores originales, de sus plumas como óleos, no supieron o pudieron hacer otra cosa que elaborar sus nuevas capas a partir de plumas de una especie introducida, testimonio de una isla en decadencia biológica que perdía, a la vez que su independencia y su orgullo nacional, a sus singulares especies nativas.

Palila, Loxioides bailleui

Palila, Loxioides bailleui